Ese cumpleaños tuyo
se merece otra fiesta
lejos de una cuñada
amarga como una fresa.
Voy a hacerte una tarta
que supondrá un incendio
cuando encienda los misiles
bajando cuarenta estrellas.
Dejaré tu paraíso
oliendo a nata y celos
derretidos en un flan
que sabe a caramelo
y tú me dirás no marches
cuando mi falda revuele
hasta volverse el avión
que me lleve y me deje
a tu lado, Adán mío,
mi amor de agua y menta.
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