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Mis amantes pasajeros

Te espero, amor,
aunque no quieras
la cena fría
y la cama alegre.
Esta noche he decidido
ser Reina de las Estrellas,
bajar el Sol a mi lado,
sentarme junto a los peces.
Voy a ser esa sirena
que te atrapa cuando quiere.
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Mis amantes pasajeros

Dormía escuchando sin escuchar nada
de la habitación del hospital de alado.
Su marido era el mejor enfermero.
La abuela era la peor paciente.
La suegra estaba al teléfono.
El suegro maldecía.
Su madre suplicaba.
Su padre ya quería jugarse el dinero
en la misma máquina tragaperras
donde jugó su infancia...
¿Y si marchaba?, pensó.
¿Y si volvía a volar por los cielos
en un avión que desafíaba
los fieros huracanes?...
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Mi pequeño Quijote

Tan enfadado estabas
que corrí a ayudarte
poniendo seda en la guerra
y alfombras a tus pasos.
Llegaste con la sonrisa
flotando en una charca.
Podía haber un naufragio
si tus dientes se asomaban.
Te llamé y te lanzaste
a mis brazos de amante.
Casi aplauden los toros
que había en la plaza.
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Mis amantes millonarios

Cuando lo vi me enamoré
de su rara presencia:
era un hombre vestido
de payaso discreto.
Le dije que saliera
de un pantalón estrecho
y contestó llorando:
no puedo aunque quiero.
Empecé a romper
la tela que pusieron
en un pantalón triste
pegado a sus piernas.
Arranqué a girones
el forro color fuego.
Ya quería correr
y aún era prisionero.
Tuve que esposarlo
un sábado cualquiera.
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El amante de la pajarita de madera

era mío y de las infinitas mujeres
que besaban su boca golosa
con dientes carnívoros perfectos.
Lo encontré mirando el cielo
un día de lluvia y truenos.
Me ofreció cobijo bajo su paraguas.
Acepté el trato sin saber que era
la mujer que le diría me gustas
cuando me dijo eres la más bella.
Acaricié su pajarita de madera
barnizada con dulces pinceles
y dejé que mis dedos casi descubrieran
el camino hacia lo siniestro:
un pecho de hombre sobrado de pelos.
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La otra

La otra era ella, yo no era,
pero sabía que todos señalaban
mi cuerpo como cosa de delito.
¡Qué poco sabían y hablaban!
Yo era la mujer que abrazaba
al hombre que resucitaba.
Ella era la mujer del que marchaba
de su casa para mi cabaña.
Así estuvimos tanto tiempo
que fuimos amigas sin saberlo.
Lo supe el día que me dijo:
gracias por cuidarme el perro.
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