Ayer vi las piernas más bonitas
de un hombre en bicicleta:
depiladas, fuertes, sin venas
que revelaran el esfuerzo.
Eran suaves sin tocar
con mi mano su epidermis.
Color canela. Perfectas.
Apuré el paso tras su bicicleta
intentando chocar y caer
para tener la oportunidad
de acariciar la piel depilada
de un hombre libre de vello.
Se volvió. Sonrió. Sonreí.
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