Subes a mi cuello oro
de la mina que asaltaste
con los cuarenta ladrones
que quisieron escoltarte.
Yo me siento una Eva
comprada con diamantes
y escupo las serpientes
mordiendo sus lenguas largas.
Tú, Adán mío, te espantas
al no verme arrodillada.
¿No sabes que una hembra
no se vende por un plato?
Planto cada diamante
en un huerto de patatas
y recojo una cosecha
de piedras envenenadas.
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