Juego al póker el canario,
un perro que fue regalo
del novio que nunca quise,
la manta y los zapatos.
A las doce de la noche
yo recojo las ganancias
con mis manos aferradas
a la suerte de los dados.
Sigo jugando el tiempo,
mi ruina y la esperanza
sobre el tapete verde
que huele a desengaños.
A las tres de la mañana
salgo helada y cansada
tras ganarle a un ruso
una casa en la playa.
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