Has llegado con cara de enfado
y puse mi cara de guerrillera.
Hoy habría una cena de insultos,
dos portazos severos, un te dejo.
Recordaría el día de la boda
y dejarías un poco de quererme.
Ya dijo tu madre que no era
la mujer digna de tus cenas
cuando aún no había aceptado
tu promesa de infinita paciencia.
Mañana despertaremos juntos
en una cama sin correspondencia,
nos ducharemos en dos sesiones,
desayunaremos café con leche.
Me dirás hasta luego, nena,
y volverás a mediodía sonriente.
Lo nuestro es así, como el tiempo:
unas veces llueve, otras veces quema
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