Cantabas y te cantaban
ninfas de altas cabezas
con voces de adolescentes
un cumpleaños ardiente.
Vino la tarta llorando
cera en cuarenta velas
y soplaste el incendio
que apagaron los bomberos.
Yo rezaba, Adán mío,
al dios de los que no creen
mientras unas mañanitas
cantaba la bella durmiente.
Fue un feliz cumpleaños
infeliz en los recuerdos,
pero tú y yo sabemos
que una fiesta es una fiesta.
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