andas por el paraíso
reclamando tu costilla
y casi me arrepiento
de ser tú Eva cautiva.
No me gusta ser un hueso
cocinado en femenino
como si fuera el ladrillo
destinado a un castillo.
No te gusta ser el hombre
privado de una costilla
para tener el abrazo
de la madre de tus hijos.
Olvidemos, Adán mío,
nuestro doloroso origen
y disfrutemos la cueva,
hogar nuestro y primitivo.
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