Cuando salimos del monte
quisimos volver a ir
al paraíso cerrado,
pero no pude abrir
la puerta que se cerrara
cuando hubo que partir.
Dios seguía enfadado.
Lo dejamos por allí.
Tú quisiste hacer cola,
pero te hice partir.
Esta Eva es orgullosa
y no vuelve a pedir
que se le abra la puerta
aunque haya oro y marfil.
Regresamos de la mano
a la cueva congelada
siendo yo la Eva mala
y tú el Adán callado.
Esa noche, abrazados,
juramos casi vengarnos
mientras perdimos el tiempo
soñando con un oasis.
No sabíamos que había
desierto para más tardes
con las mañanas desiertas
tras las noches enfriadas.
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