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Mis amantes de Nueva York

Lo encontré en su ático
casi desnudado
de todas las marcas.
Era aún joven.
Se creía sabio.
Me dijo te quiero
sin yo preguntarle.
Callé como callan
las que todo saben.
Venía la noche
con la luna grande.
Dos montañas iban
de Neptuno al Ártico.
Era casi día
cuando era tarde:
había dormido
a él abrazada.
¡Qué silencio había!
No roncaba nada.
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