Fuiste mío
cuando supe comprarte
regateando besos.
Caíste derrotado
en mi cama primero
y después me dijiste
yo no quería esto.
¿Y qué querías, cielo?
¿Querías una serpiente
bajando del manzano
y abrazando tu cuerpo?
Tus manos se trababan
en mi braga primero,
después perdías dedos
dentro de un misterio.
Volviste a decirme:
yo no quería esto.
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