Eras tal cual una estatua
salida del mármol piedra
que cinceló Miguel Ángel
maldiciendo el esfuerzo.
¡Tan joven tu epidermis!
¡Tan suave tu piel era!
La grasa era el olvido,
los músculos eran de atleta.
Yo tenía que probarte
aunque fuera de merienda,
acariciar hasta el infinito
un cuerpo que Adán quisiera.
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