Subiste a mis montañas
el collar que ató mi cuello.
en un dedo me dejaste
más trabajo de minero.
Deslizaste por mi mano
una pulsera de hierro.
Bajaste a mis tobillos
dos cadenas oro y perlas.
En mi ombligo cambiaste
un piercing por otro hecho
con un diamante nuevo.
Vestida con tanto oro
era la mujer de acero.
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