Venía mi don Quijote
    sin su abanico viejo
    y traía en el sitio
    un ventilador pequeño.
    Es un gigante enano,
    me dijo riendo muy serio.
    Yo le mordí el gigante
    sin que me supiera a perro.
    Mi don Quijote lloró
    pensando que había muerto
    el gigante que tenía
    aspecto de molinillo
    en su mano de trompeta.
    Besé sus lágrimas azules
    y volvió su cara seria
    con la sonrisa rozando
    sus labios de señor tierno.
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