Sigo siendo tu Eva enamorada
cuando pienso en tu paraíso
lleno de palmeras grandes,
sobrado de fiesta y risa.
¿Cómo no enamorarme
de la cueva que habitas
con la abundancia y el orden
sobre el mantel de puntillas?
Me siento como una Reina
a la mesa de un castillo
lejos de días de guerras
en campos de cocodrilos.
Tú, Adán mío, me miras
y callas lo que no dices
mientras yo pinto mi cara
con pinturas de Altamira.
Sé que querrías pintada
la cueva con los recuerdos
de la fauna que comimos
y por eso no la pinto.
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