Me perseguías por los prados salvajes
y seguías tras mí cuando llegaba
a la cueva de las paredes verdes.
Asomada a la ventana miraba
tus carreras desbocadas
el sí que nunca se asomara
a mis labios sedientos de otro.
No era para ti
ni tú eras para mí.
Seguías en tus carreras por los páramos
Seguía en mis sueños imposibles.
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