Adán mío, me enamora
tu sabiduría vieja,
esas ideas de yuppy,
la voz varonil que tienes.
No puedo olvidar las horas
de nuestro primer encuentro.
Tú contabas alegrías.
Yo disfrazaba mis penas.
Éramos fuego y volcán,
abundancia y deseo.
Éramos un imposible.
Somos lo que fuimos y éramos.
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